sábado, 26 de diciembre de 2020

3ª Exposición: "Espejos de lo invisible" Bill Viola

 “Tengo éxito si una persona se va con una imagen, un pensamiento, una realización, un sentimiento que pueden usar en su vida, incluso si no pueden recordar cómo se llaman las piezas o mi nombre”

Bill Viola (Nueva York, 1951) es reconocido internacionalmente como uno de los artistas más destacados de nuestros tiempos y uno de los grandes pioneros del videoarte. Con una trayectoria artística de más de cuatro décadas, ha explorado, mediante el uso de tecnologías audiovisuales, cuestiones universales como el nacimiento, la muerte y el paso del tiempo.



La exposición, reunida en la Fundación Telefónica, recoge una selección de más de veinte obras significativas del videoartista, desde sus inicios con piezas como The Reflecting Pool hasta producciones más recientes como las cuatro obras de la serie «Mártires», derivadas del encargo realizado para la catedral de Saint Paul de Londres en 2014. Su evolución ha caminado paralela al desarrollo tecnológico, que ha ido introduciendo en sus obras según se producían (desde los enormes monitores de caja a la pantalla plana). Une modernidad tecnológica y clasicismo en los temas y los gestos, como en
El quinteto de los sobrecogidos (2000), en el que cinco personas de pie y muy juntas experimentan, a cámara superlenta, marca de la casa, un sentimiento de emoción profunda que acaba abrumándolos; una escena que nos lleva de forma irremediable a recordar obras del Bosco o Caravaggio.



Comienza con un autorretrato de 1996 y termina con otro de 2013. Este último es Autorretrato, sumergido, una de sus obras más recientes, en la que lo vemos con los ojos cerrados flotando en el agua aparentemente muerto, pero sereno, como si durmiera, mientras se espera que dé una bocanada y salga indemne.

La exposición gira en torno a las preguntas que el artista se hace sobre la vida, los grandes interrogantes que se nos presentan y la conciencia humana. Reproduce las emociones humanas, recoge los cambios que producen en las expresiones, para lo que trabaja durante largo tiempo con los primeros planos para recoger todos los detalles. Como en un cuadro clásico, los gestos nos hablan; pero en su caso, vemos los sutiles cambios de sus rostros, advertimos el lento discurrir de las pasiones en un cuadro que se transforma ante nuestra mirada.

La cámara lenta con la que se nos presentan las imágenes, nos introduce en un ambiente que parece estar fuera del tiempo. Es un mundo irreal, que nos presenta otra cara, otra visión, de lo que existe. El tiempo deja de existir y, al mismo tiempo, es más importante, porque esa lentitud destaca los detalles hasta convertirlos en esencia, en arte.

Las sensaciones se amplifican, olvidamos la tecnología para solo imbuirnos de esa visión del instante que se nos narra: el ciclo de la vida.  Obras que hablan del agua, metáfora del nacimiento y renacimiento y umbral que hay que atravesar, del fuego purificador, pero también del paso del tiempo, convertido en algo físico y tangible; de muerte, amor, dolor y redención; algunos de los grandes temas de la condición humana.

Impactante e intensa es Tres mujeres (2008), que reflexiona sobre el paso del tiempo en el que una madre y sus dos hijas vuelven del más allá (atravesando una cortina de agua) para luego regresar y desaparecer para siempre



Viola nos entrega un universo onírico que nos atrapa, nos deja absortos y nunca indiferentes. Son cuadros que cobran vida y nos entregan sus secretos. Penetramos en salas oscuras en las que destacan las imágenes de las pantallas y, también, penetramos en un tiempo detenido que nos hace reflexionar. Durante el tiempo de su visionado, la vida se detiene y, a la vez, se hace más intensa. 



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