“El sueño americano. Del pop a la actualidad”
ofrece una visión general del desarrollo del arte gráfico en Estados Unidos
desde 1960 hasta nuestros días, en la que se dedica especial atención a las
figuras clave de su historia, como Andy Warhol, Jasper Johns, Roy Lichtenstein
y Robert Rauschenberg. La muestra, con obras provenientes mayoritariamente de
la colección del British Museum, incluye piezas de todas las tendencias
artísticas que han tenido lugar a lo largo de estos años y hace hincapié en
cómo los artistas se animaron a crear obra gráfica de una ambición, escala y
osadía sin precedentes.
El
consumismo de los sesenta, las ambiciones y los desengaños políticos en los
setenta y ochenta; las reivindicaciones feministas y antirracistas en todos
esos años, y finalmente los horrores del 11-S y la crisis financiera en el
nuevo siglo tienen una de sus mejores y más críticas expresiones en las obras
gráficas con las que los artistas expandieron su producción al tiempo que
experimentaron con nuevos materiales y formas creativas
Con la aparición de una joven generación de
artistas norteamericanos en los años sesenta dispuestos a explorar el potencial
expresivo del grabado, este pasa de ser una técnica marginal a estar en el
propio centro del interés y de la producción de las bellas artes,
convirtiéndose no solo en una forma artística crítica sino también en una vía
para tratar cuestiones tanto sociales como políticas.
El
arte gráfico proporciona una perspectiva fresca y diversa de cómo los artistas
vieron este periodo de profundos cambios en Estados Unidos: los derechos
civiles, la Guerra Fría, la carrera espacial, la guerra de Vietnam, la música
rock y la contracultura, los movimientos feministas o el cuestionamiento del
sueño americano por la creciente desigualdad entre ricos y pobres.
Si
bien es cierto que cada país desarrolló sus propias características en lo que a
Arte Pop se refiere, es innegable que en todos los casos existe una fuerte
unión hacia la cultura estadounidense. Resulta llamativo cómo los artistas
cuyas obras se encuadran dentro de este movimiento fueron capaces de encontrar
la belleza en lugares u objetos que hasta entonces habían pasado
desapercibidos. No solo las Venus o las historias mitológicas y religiosas son
capaces de sorprendernos, las latas de tomate también.
La
historia de este sueño devenido en angustia se cuenta partiendo de los felices
tiempos en que, en pleno boom económico de EE.UU. tras haber superado lo peor
de la posguerra, autores como los citados Lichtenstein y Andy Warhol, así como
James Rosenquist o Claes Oldenburg, se vieron fascinados por el consumo a lo
grande, la publicidad y los medios de comunicación en EE.UU.
Bajo
la etiqueta de “artistas pop”, y desde la costa Oeste y Nueva York sobre todo,
estos pioneros acabaron con la hegemonía del expresionismo abstracto y, como
indicaron en la presentación de la muestra sus comisarios Catherine Daunt y
Stephen Coppel (ambos del British Museum), “desdibujaron los límites entre el
arte culto y el arte popular mediante el uso de técnicas asociadas a la
impresión comercial, como la serigrafía”.
Este último arma de difusión masiva del arte fue el que permitió a Warhol popularizar las series de Liz Taylor y Marilyn Monroe, o la de Jackie Kennedy en el funeral de su marido, que ahora se exhiben en las primeras salas de CaixaForum Madrid.
Cerca están la famosa serie de las banderas de
Jasper Johns en 1973
La exposición incluye dos importantes grabados de
gran formato de Robert Rauschenberg: Booster (1967), que representa a su
propio esqueleto, de 1,8 metros de altura, y Sky Garden (1969), que
refleja el momento del lanzamiento del cohete Saturn V y que con su altura de
2,2 metros superó el récord de litografí́a estampada a mano más grande,
alcanzado por él mismo con Booster.
Otras piezas reseñables son uno de los grabados
de la campaña contra el Sida que emprendió el colectivo “General Idea” y el
icónico cartel de las Guerrilla Girls, ¿Deben ir desnudas las mujeres para
entrar en el Metropolitan Museum?, de (1989). Y es que menos de un 5% de
los artistas de las secciones de arte moderno de ese museo eran mujeres, y el
85% de los desnudos allí expuestos, femeninos.
Ésa y otras obras de Ruscha sobre el abandono y
la añoranza de los buenos tiempos comparten sala con dos aguafuertes de Mel
Bochner, ambos realizados en el 2008 tras el estallido financiero, en los que
el artista ironiza con la combinación de una frase lapidaria de épocas pasadas,
“No hay nada mejor que esto”, y otra muy directa: “Ya he tenido bastante”.
Frente
a estos cuadros, una serie más esperanzadora de Julie Merethu, Algoritmos,
Apariciones, Traducciones, del 2013, con otros cinco aguafuertes que los
comisarios interpretan en clave de dinamismo y como afirmación de “la
extraordinaria e incansable fuerza y capacidad de renovación que aún distingue
a Estados Unidos”.
La
exposición me ha parecido bien montada y con el tamaño justo para no cansar,
como todas las del Caixaforum. No es que este estilo artístico sea mucho de mi
agrado, pero me ha hecho entender mejor su valor dentro de la Historia del Arte
y su repercusión en tendencias posteriores. Lo que más me gusta del Pop Art es
su democratización del arte, ya que una litografía siempre es más fácil de
adquirir por el público en general que un cuadro; pero, a la vez, es también un
aspecto que creo desvaloriza el valor estético y el talento de cada autor.
Me han llamado la atención las
fotografías de Robert Longo, como Eric (1984), por su movimiento
estático, esa captura de un paso de baile que transforma la imagen en algo más
que un bailarín. Como curiosidad, el protagonista de la película American
Psycho tiene una fotografía de Longo en su casa, como señal de su estatus
económico y social.
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